Mis padres me nombraron Ana Emilia Hernández Ranchero, yo prefiero Emilia Hera. Llegué a esta Tierra después de un intenso día de baile y jolgorio en la colonia Merced de la Ciudad de México. Desde pequeñita disfrutaba escribir. Agarré la cámara hace quince años, en la edad analógica, pero los rollos no son tan accesibles para un bolsillo roto. En la intención de crear aprendí a dar tumbos con gracia. Le llaman danza, supongo que al ir creciendo los fantasmas se han ido amontonando en las vivencias de mi corporalidad. Algunas de estas criaturas que me habitan son dulzonas, jacarandosas y alegres como un baile de salsa, son, cumbiamba. Otros son tremendamente pesados, ácidos y dolientes como un grito, como el Butoh y Pina Bausch. Antropóloga de formación, bailarina por convicción, artesana por accidente y fotógrafa autorreferencial. He desarrollado talleres de exploración de las corporalidades, integrando danza, escritura, fotografía y oralidad en círculos de mujeres. En el camino de imaginar otras narrativas desde la virtualidad.