Tallerista, locutora y escritora
¿Cómo fue tu encuentro con el feminismo?
Me gusta contar mi historia. Primero me acerqué a los estudios de género hace más de 15 años, hice un diplomado en lo que ahora es el CIEG y pues a partir de ahí empecé a estudiar y estudiar. Luego empecé a dar talleres de perspectiva de género. En aquel momento nos veían con sospecha a las mujeres que se nombraban feministas, aún dentro de los círculos de los estudios de género. Realmente mi acercamiento al feminismo fue a partir de un seminario que tomé con un grupo que se llaman Casandras, con la Dra. Marcela Lagarde, a partir de ahí dije: claro, es que una cosa es la perspectiva de género y otra cosa es el feminismo. Ha sido un camino de mucho estudio, de mucha lectura. A raíz de la pandemia empecé a dar talleres de escritura para mujeres con perspectiva y pedagogías feministas, después me invitaron a violeta radio, ahí hacemos dos programas con perspectiva 100% feminista.
¿Cómo vives el feminismo en la cotidianidad?
Ha transformado mi vida. Me relacionó poco con grupos de varones. Tengo una pareja heterosexual, mi pareja es un hombre, tengo un hijo varón de 12 años y en la cotidianidad se vuelve muy complicado. No es fácil porque sí procuro vivirlo como una praxis y como una postura realmente política. Hay muchas cosas que he cambiado en mi vida en la práctica. Procuro con mi pareja no establecer relaciones de poder. Con mi hijo me doy cuenta de que soy absolutamente patriarcal, entonces siento que doy dos pasos adelante y tres pasos para atrás. No es fácil. Como mamá feminista de un varón es muy complicado, porque ellos están inmersos en la estructura patriarcal y la replican y la replicamos.
Lo solvento juntándome con otras mujeres, respirando feminismo, en círculos de estudio. Insisto, no es fácil, pero sí que vale la pena, hay un proceso de deconstrucción. La estructura es patriarcal y parece que nos pone el pie en el cuello todo el tiempo, pero establecer relaciones más horizontales, relacionarme con mujeres y no llevar a cabo prácticas patriarcales, eso ayuda.
Yo antes trabajaba mucho con empresas, ahora si me piden un taller, siempre hago la distinción entre la perspectiva de género y los estudios feministas, todo el tiempo busco que las personas puedan acercarse a lo que es la teoría, pero también la práctica feminista, porque es una praxis es una filosofía de vida.
¿Qué desencuentros te has encontrado en este camino feminista?
Dos cosas. Una la relación con mi madre. He pasado de ser la oveja morada en algunos momentos a tratar de ser un poco más conciliatoria a partir de los estudios y del acercarme a la teoría feminista, es complicado conciliar porque ella está educada de otra manera y tratar de negociar sin aplicar prácticas patriarcales violentas es difícil. Así que, para mí, el enfrentamiento con mi familia es la parte más difícil.
Y después, otro espacio que también me resulta muy complicado de conciliar son los espacios educativos de las infancias. La mayoría de las madres maternan desde el patriarcado y no lo saben, conciliar esto en los espacios educativos es muy complicado. Cuando tú estás educando a la cría con una perspectiva diferente, hay un encontronazo constante que tiene un costo enorme para ellos, pero también para nosotras, porque es un punto de mucha tensión.
Esos son los dos puntos donde más me ha costado, porque la final, los círculos de amigos, de amigas, nada más las ves un rato y te alejas porque no te gustan las prácticas machistas, no tiene un costo tan alto, pero las escuelas son lugares donde se sigue replicando la violencia. Pese al discurso de inclusión y que ya les dan equidad de género, tú te das cuenta de que sólo están en el discurso y les piden que las repliquen, pero no hay realmente una conciencia de qué va. El conflicto es constante, porque no hay por ejemplo una escuela de ballet feminista para llevar a mi hijo.
¿Cómo visualizas está “ola” o está movilización respecto del 8 de marzo?
Me parece algo necesario, hay mucha rabia y está bien, a veces tenemos que ser muy rabiosas, pero también tenemos que construir desde otros lugares, porque la rabia también es patriarcal, entonces no podemos subvertir el sistema y no podemos cambiar las cosas con practicas patriarcales. En las últimas manifestaciones y marchas, tengo muchos años saliendo a la calle, me emociona ver miles de mujeres en las calles, tenemos que tratar que la gente entienda por qué gritamos, por qué pintamos, por qué quemamos. Creo que sí tenemos que quemar, pero creo que también hay otras formas. En ese sentido apelo a la palabra, a esto que intentamos hacer en los talleres, llevar el discurso de perspectiva de género y del feminismo a otros espacios y decir: esto es el feminismo.
También creo que hay una apropiación muy peligrosa del discurso feminista en donde despolitizas, por eso también cada vez que puedo hablar de feminismo digo que está bien que explote en la masificación pero que la apropiación del discurso es muy peligrosa porque eso el final, se lo traga el mainstream todo el tiempo. Si estudiamos un poco la historia de los movimientos feministas eso es lo que pasa, vienen los grandes tsunamis, las olas del feminismo y se las traga el mainstream, se las traga, las desactiva y se despolitiza y deja de ser rebeldía y deja de ser subversión. Debemos tener muy claro qué queremos subvertir cuando salimos a las calles, por qué nos tapamos la cara o por qué enseñamos la cara. Vivir el feminismo es un acto político más allá de la teoría y más allá del discurso, son estas prácticas que haces todos los días. Me emociona mucho salir a las calles, pero si creo que se requiere más que discurso, creo que estamos viviendo un momento en ese sentido muy crítico y de disyuntivas de hacía donde va a ir el movimiento feminista.