“Que no se nos vaya la vida en tratar de preservarla”
En el ejercicio contemplativo de la propia evolución al intentar perfeccionar el oficio y el arte de robar instantes al tiempo, me descubro movimiento, amante, vértigo y melancolía.
Soy todas las imágenes que he atesorado en este andar, al principio con la timidez que inevitablemente acompaña las primeras veces, después, con el descaro de quien ha descubierto el placer en hacer extensión de sí la cámara.
Soy el mar y el hombre que alimenta palomas, soy la luz de la luna sobre el volcán y también soy el perro, el ave y la flor.
Soy mis 412 mujeres palpitando bajo la luz.
Que fortuna poder mirar atrás y agradecer por un año de aprendizaje y tan repleto de colores, formas, texturas y vida.