Auto-Cuídado

Viridiana Sánchez Valencia

“La maternidad es mi presente”

“La maternidad es mi presente”

La maternidad me invadió por completo, en el segundo maternaje dejé de trabajar y aunque tenía mucho miedo, el trabajo con la educación popular, con mujeres en difícil situación económica, comunidades en extrema pobreza, Derechos Humanos, violencia de género, entre otros temas, me dieron la sensibilidad de tomar una decisión que me llevaría a transitar los arduos caminos de la educación actual, de la crianza, de mi maternar a dos pequeñas.

Trabajar exhaustivamente sin una remuneración que valiera el no estar con mis hijas tiempo completo, enterarme que Lucia en la escuela a veces no comía, o no desayunaba, recogerla a deshoras, porque se me hacía muy tarde, y es que era un trayecto de bastantes kilómetros de casa, no dormir bien, trabajo excesivo, múltiples preocupaciones, viajes constantes, la idea de empezar una nueva etapa; yo lactando, corriendo, trabajando, andando, con una Lila en brazos, sin parar.

Ha sido un proceso difícil, estar con mis hijas 24/7, formándome para brindarles la educación básica, aprendiendo metodologías, pedagogías, estudiando, atendiendo por completo la casa (que la verdad, ni atendí. No podía, no pude y ni quería tomarlo por completo). Me creí el mito de que ser madre es tan “romántico” que <<me olvidé>>, lo di todo, dejándome a un lado, ya que tenía que ser una madre amorosa, sensible, capaz de enseñarle a mis hijas sobre el mundo, sobre ser paciente, empática, que lo podemos todo, tener que mirarme, siendo madre, construyéndome como tal, pero no me sentía bien, no se sentía bien, el posparto ha sido una de las fases más solitarias que he sentido, todo se transforma, el cuerpo se habita de otra forma, transitas del embarazo a la lactancia, a la crianza, varios procesos que estaban siendo muy difíciles para mí, como dejar paulatinamente responsabilidades de trabajo que me seguían todavía.

Iniciamos clases diarias, un método de escuela en línea, en el cual organizabas a tu parecer un currículum anual, un terreno bastante fuerte para mí, pues además del trabajo doméstico debía fortalecer la capacidad de enseñar, de aprender con ellas, de lactar, dormir y comer bien, de todo lo que representaba ser una mamá-educadora-ama de casa-compañera. Me sentía con muchas facetas en ese entonces, debían ser abordadas y cuidadas. Favio, por otro lado, debía salir porque su trabajo era importante, logró conseguir un empleo donde recibía un salario superior, lo justo para pagar la renta, cuestiones de salud, alimentación, etc., un acuerdo al que llegamos, tratando de planear el futuro y construir nuestras bases. Pasó el tiempo, los planes cambiaron, empecé a sentirme muy sola, no lo estaba, pero empezaron a pasar cosas en pareja que ingenuamente me había propuesto ponerles mucha atención (experiencias que había escuchado). Favio y yo teníamos una relación peculiar, siempre hablando de todo, pero yo fallé, él falló, nos perdimos en el mundo del adultocentrismo, de responsabilidades, de maternar, paternar, construir. Nuestra mirada de cómo nos veíamos siendo pareja cambió, se transformó, ahora somos papá y mamá siempre, bueno, esa era mi perspectiva, él contaba con la suya, tenía una vida social.

Yo, aunque nunca me lo prohibía y siempre me invitaba a hacerlo, lo descarté. La maternidad es lo primero, el cuidado de mis hijas me pertenece y soy responsable. Ese sentimiento lo he compartido con más mamás, parece ser una cuestión de roles, sentimientos de apego, hasta escuché que las mamás activan su estado de alarma y no desaparece hasta cinco años más tarde, pero poco a poco comenzó a enfadarme al no ver otra opción, quizá ahí comencé a verme menos, a dejar de usar ropa bonita, porque era más práctico con la bebé, así no ensuciaba mis prendas favoritas, dejé de arreglarme el cabello por que era más rápido hacerme un chongo, dejé de usar collares, aretes, porque mis pequeñas los jalaban, y así todas aquellas cosas a las que dejas de tomarle importancia al ser mamá, por ser más una mamá más “práctica”. Así dejé la vida, enfocándome a ellas, pero me sentía cada vez más enojada, triste, miedosa, tímida, introvertida, salían a la luz mayores y peores cosas de mi ser.

Llegó la tercera maternidad y con ella el Re-descubrimiento de mi YO, de Viridiana, hacía unos dos meses que había iniciado un laboratorio que me encontré en la búsqueda de autoterapia, fue un espacio artístico, que me dejó habitarme y sentirme como no lo había hecho. Pero no estaba conforme, sabía que quería crear, ir más allá. Así que me permitió espacios de co-creación, conociendo otros modelos pedagógicos, nuevas metodologías, me llenaron el alma, fue un RE-INICIO.

Mi tercer hija, Lima, ha sido para mí una maestra fundamental en mi maternar (y es que cada una vino con un tesoro) nació con partera como Lila, experiencias motivadoras y llenas de aprendizajes familiares muy interesantes, siempre hemos permanecido juntas, haciendo esencial la existencia de cada uno, una en la vida del otro – otra.

Apenas comienzo a ver, a entender que la maternidad no es romántica, por lo menos para mí no lo fue, la depresión en los pospartos, el impacto que tuve al no verme el cuerpo respondiendo a todos esos pensamientos negativos que le mandaba a mi ser.

Todo eso que me invadió, llenó y cambió mi estructura, que vino a modificar mis espacios, mis tiempos, mi andar. La maternidad no es “romántica”, la maternidad se vive de experiencias bellas y horribles, te toca aprender y quedarte con todo, asumir todo. La pandemia nos habitó hace un par de años, justo en mi posparto, el virus nos sigue impidiendo salir, andar, explorar, abrazar; estar en el encierro en medio de incertidumbre me abruma, me hace vulnerable, necesito un apapacho, uno que no me he dado hace tiempo, ese que te cura el alma y te reenergiza para poder seguir planeando y construyendo. El mayor aprendizaje que he tenido siendo madre es el de el autocuidado, perseguirlo y crearlo para habitarlo constantemente.

La maternidad es mi presente,

así como las flores miran al cielo

para sentir los rayos del sol.

Así como la manera en la que calma

el sonido del agua al oír sus risas.

La maternidad no es romántica,

es un cotidiano respirar

que trastoca mi cuerpo

que decidió parir,

parir a tres,

aprender de tres,

conectar con tres.

Un saber generacional

que va transmitiendo latidos,

latidos que resuenan en cada respirar,

latí-tres desde mis pensamientos,

desde pequeños luceros

que hoy alumbran mi caminar.

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