“Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño muere por sus hojas, al fin la tristeza en la muerte lenta de las simples cosas, esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida,entonces parece como están de ausentes las cosas queridas… por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple que a las simples cosas las devora el tiempo…” canta Buika a lo lejos una canción de Julio César Isella y Armando Tejada Gomez.
En mi casa hay silencio, las labores del hogar parece que toman un receso, solo un receso… más tarde regresará el lavado de trastes y la comida, sin embargo, ahora escucho a Buika mientras contemplo esas pequeñas cosas: una hoja de la pequeña terraza, la vejez de esta vivienda, el moho y el sarro en los lugares en los que me empeño en limpiar, el cielo azul que me abraza mientras la vida sigue sin pedir permiso, no se tienta el corazón para detenerse mientras descanso. Observo la tierra seca de mis plantas que me recuerdan que están vivas y algunas ya muertas por mí olvido y mi tristeza.
Veo el reloj, ya casi es noche, la cena espera, el respirar de mi madre me motiva, respira fuerte cuando duerme, veo la Virgen que reconstruyó cuando era joven, la sacó de la basura, me ha comentado en varias ocasiones, le pareció tan linda que la reconstruyó, ahora la tengo en mi altar, en ese mismo en el oro y rezo por mis seres queridos y por mí…
Mis perros duermen también, el segundero avanza, Buika ya no canta sobre las simples cosas y ya ha pasado más de una hora mientras escribo sobre las simples cosas.