¿Qué tiene que ver la muerte con la fotografía? ¿Cuál es la esencia de la fotografía? ¿Qué es lo que nos llama la atención al mirarla? ¿Qué pasa con las personas al ser fotografiadas? Son algunas de las preguntas que Roland Barthes nos va contestando desde una reflexión caótica y muy personal en su libro “La Cámara Lúcida”. Una obra que recomiendo leer no solo como fotógrafas sino como observadoras del arte fotográfico. Un escrito ontológico desde un punto de vista filosófico y personal que compara el acto fotográfico con la muerte.
Antes de empezar a desenmarañar el texto, habría que tomar en cuenta el año en que se escribió, 1980, momento histórico en que los hábitos de consumo irrumpieron en los medios de comunicación. La fotografía, ya consolidada en su técnica y esencia, aunque análoga, forma parte de la vida cotidiana de las personas. Es desde ahí y desde su experiencia que el semiólogo estructuralista empieza a desentrañar el porqué del acto fotográfico. Aunque observa el vacío en las fotografías de revista y predice la banalización de estas como objeto de consumo, no creo se haya imaginado el mundo sesgado por la imagen en el que vivimos ahora, no por nada Giovanni Sartori nos denomina sociedad homo videns. Esto no le quita relevancia al escrito, pues su análisis es vigente en nuestros tiempos.
Aprender a mirar las fotografías no se pinta fácil y al terminar de leer este libro, seguro que veremos las fotografías familiares y artísticas de forma diferente.
En los primeros capítulos se describe a la fotografía como un “esto, es eso, es tal” lo compara con un niño diciendo “¡Ta, da, sa! Esto”. Lo que se señala, lo que se muestra. Solo piensen ¿Qué pasa cuando le enseñamos una fotografía a alguien? Normalmente, esa persona irá a buscar sus fotografías y te las expondrá, guiando así tu atención al spectum y ¿Qué es el spectum? El spectum es el referente, lo que se mira, el objeto o persona fotografiada, ya sea la prima, hija, hijo, hermana, etc.
Y ¿Cuál es el proceso que usamos para capturar imágenes? Según el libro, este se compone de tres conceptos básicos, el operator (el que fotografía), el spectrum (lo que se fotografía) y el spectator (el que mira).
Pero… ¿Qué pasa con la fotografía? No con el acto de fotografiar sino con la foto que una mira. Esta se compara con el regreso de lo muerto y para entenderlo habría que irnos a la descripción ontológica del spectum que según Barthes toma relevancia cuando ya no está, en el caso de las personas, cuando mueren, pues para él “La fotografía representa ese momento tan sutil en que, a decir verdad, no soy ni sujeto ni objeto, sino más bien el sujeto que se siente devenir objeto: vivo entonces una microexperiencia de la muerte”. (Barthes, 1990, p.17).
Habría que mencionar que a lo largo del texto la muerte nos acaricia con su recuerdo a través de la fotografía, esta le da relevancia al spectum, que Barthes va explicando al hablar de la muerte de su madre y las fotografías que logran captar su esencia, sin embargo, no podemos pasar a eso sin antes entender el studium y el puntum, dos de los grandes términos que nos regala el escritor para apreciar y así distinguir unas fotografías de otras, pues solo hay dos tipos de fotografías: las del studium, las fotografías que podemos mirar por interés cultural, porque nos informan algo o nos interesan por su historia.
El studium pertenece a la categoría del to like y no del to love: moviliza un deseo a medias, un querer a medias: es el mismo tipo de interés vago, liso, irresponsable, que se tiene por personas, espectáculos, vestidos o libros que encontramos<<bien>> (Barthes,1990, p.27)
Y las fotografías que punzan, las que hieren, las del puntum. Ojo, este punto o puntum dentro de la fotografía es muy subjetivo. A todos le puede punzar algo diferente o fotografías diferentes ¿Y cómo llegar a ese puntum? El libro no nos lo dice, pero habla de su existencia. A todas nos pasa que miramos fotografías que no nos dicen nada, pero hay otras que nos hieren, que mueven el alma y decirle a las y los fotógrafos, la receta para aprender a mover el alma, a través de sus fotografías es algo imposible. Pero poner el dedo sobre ese punto es lo que hace relevante la lectura de este libro. Aprovecho este término para mostrarles las fotografías que me hieren, las que acarician mi alma con el regreso de lo que me acompaña en esencia, pero que no puedo mirar por su falta.
No quiero arruinarles el libro dándoles todos los detalles de este, las y los invito a leerle; sin embargo, no quiero cerrar mi recomendación sin hablar de fotografía que buscó Barthes después de la muerte de su madre, la fotografía del invernadero, la que logró capturar la esencia de no lo vivo, la que le hiere y en la que según él, se encuentra su aire, lo que hace más dolorosa su mirada.
El aire es así, la sombra luminosa que acompaña el cuerpo: y si la foto no alcanza a mostrar ese aire, entonces el cuerpo es un cuerpo sin sombra, y una vez que la sombra ha sido cortada, como en el mito de la Mujer sin sombra, no queda más que un cuerpo estéril (Barthes, 1990, p.81).
Para el autor lograr capturar la sombra(la esencia de una persona) es de vital importancia en la fotografía, pues sin un buen retrato de la esencia no hay ninguna huella de la existencia, de la sombra que se deja en este mundo al morir.
Al terminar de leer esta reflexión, no puedo dejar de pensar en ¿Cómo es una sombra? En la importancia de capturar la esencia. Pienso en mi abuela y en lo poco qué logro recordarla, miro sus ojos a la distancia y me doy cuenta de que el paso del tiempo va borrando poco a poco su figura física en mi mente, no así el amor que nos regalamos mutuamente en charlas interminables llenas de utopías. Esculco en el librero donde aún se encuentran los álbumes de fotos que guarda con recelo mi madre y las miro. Su escancia se encuentra en algunas de las muchas fotografías que le tomaron en vida y al mirarlas me punzan en el alma. Es ahora que entiendo la importancia de la fotografía como registro de historias.
Sin duda alguna hablar de la sombra es lo que me deja la mayor huella al terminar de leer este libro, pues reafirmo que los rostros de las personas tienen historias que contar. Algunos son marcados por las arrugas, por el amor y el sacrificio. Otros, los rebeldes, miran desde la libertad. Capturar la esencia de alguien se vuelve un objetivo abrumador, pero un reto necesario para todas las fotógrafas. Llegar desde la lente a la esencia de lo vivo para así dejar la huella en el futuro de lo que ya no está, lo que fue y ya no es, lo muerto.
Y a ustedes ¿Cuáles son las fotografías que les punzan en el alma?
Barthes Rolan. 1990. La cámara lúcida. Primera edición. España. Paidós Comunicación.