Un día rápido, lleno de nada y de todo, lleno trabajo rutinario, hago pausa, debo detenerme para seguir, seguir dentro del vacío que me inunda, dentro de la desesperación de seguir en el trabajo cotidiano, dentro del hartazgo ya, ya comienza ese hartazgo al que tanto le tenía, la cámara es una intrusa que se queda ahí viendo mi rapidez, mis movimientos intensos y pausados a la vez. No reparo en volver la cabeza a la cámara, no reparo en gritar para poder seguir, no reparo en alborotar mi cabello pensando en la nada, en todo lo que me espera de estrés, de angustia, estrés, ese mismo con el que vivo diario, tanto que la dermatitis me come, primero la cara y ahora la espalda, grandes ronchas hinchadas y dejando huella en mi cuerpo lleno de angustia desde niña, desde antes de nacer, ya que nací de prisa a los escasos seis meses. Tenía ansia de salir para perder el tiempo, el mismo que me agobia, el mismo que me estresa y grito en silencio por ello. Maldigo esa ansiedad, ese estrés inimaginable para muchos, comprendido por pocos. Cómo autómata escribo para sacar un poco de esto que me llena de angustia, de esto que me hace llorar y no derramar lágrima alguna, impotencia, frustración… así puedo continuar haciendo catarsis de este momento que es todos, todos, cada día que me cuesta tanto trabajo levantarme de cama y seguir y estar… así de simple, estar…