Hace algunos años no tenía ni idea, incluso no me importaba si mi casa estaba sucia, limpia o terriblemente desordenada. Solo me importaba pasarla bien en la vida, estudiar, vivir el día a día, divertirme. Esos deberes eran de mi madre, eran deberes que a mí no me quitaban el sueño, tampoco pagar los servicios, mantener una casa en forma. ¿Cuánto constaba? Realmente no era una pregunta que me hiciera constantemente o más bien nunca me la había hecho.
Mi madre se ha puesto delicada de salud y son cosas que debo hacer ahora, que ya me importan, porque tengo tres perros, debo lavar el patio, barrer, trapear, limpiar muebles, lavar ropa de ambas, bañar a mis perros, alimentarlos, hacer comida, levantarme temprano para ello, lavar el baño, la estufa, las paredes y hacer limpieza… entre más cosas. Nunca imaginé que eso llevara días enteros, que me preocupara si la lámina del patio estaba rota y ¿qué se debe hacer en este caso? No entiendo del porqué muchos trabajadores de albañilería cobran tanto, que los plomeros, cerrajeros y demás también, todo cuesta, esa es una sentencia, una máxima de la vida. Que además estos trabajadores, en su mayoría sean tan informales. ¿Esto es parte de llevar una casa? Desde rellenar el salero, el azucarero, poner el rollo de papel de baño, lavar no solo mi ropa, sino toallas, sábanas, no sabía que incluso, deben lavarse.
Entre mi depresión que puede durar semanas hasta meses, no me interesaban esos temas tan complejos, tan cansados y pensar ahora que mi madre hacía todo, que llegaba de trabajar y limpiaba la casa, hacer esos pequeños, aparentemente, detalles de la casa, pero que quitan tanto tiempo, dinero y esfuerzo. Que ahí, inclusive se va la vida. Se me ha ido la vida en eso en estos meses, en que ella ha estado en reposo. Cada día me ocupa algo diferente, que si la limpieza, que si la comida, que si el vidrio se ha roto y debo buscar quién lo cambie y esperar a esos trabajadores que juegan con el tiempo porque dicen llegar a una hora y llegan más tarde y dicen terminar a un tiempo y días se llevan. ¿Escribir? ¿A qué hora? ¿Sacar fotografías? ¿A qué hora? ¿Pensar en mí? ¿A qué hora? Pensar, pensar, pensar, se me ha ido un buen tiempo en ello mientras hago labores domésticas, y si se muere… ¿y si ella muere? ¿Seré capaz acaso de llevar una casa? ¿Tendré el suficiente dinero para llevar una casa? Impuestos, agua, luz, teléfono, internet, básico ya para trabajar, mis perros, tener la casa limpia, la ropa, hacer ejercicio, tener una vida social sana, estar sana mentalmente, acudir a terapia, necesaria para mí… no, no sé si podré, por ahora me quita el tiempo escribir, pensar en otra cosa que no sea la casa y en un futuro real, no imaginado, sino real, su corazón no dará para el tiempo que yo desearía, mi soledad puede enloquecerme, como a la vecina de enfrente. ¿y si me convierto en esa mujer? ¡Qué terrible! Y si me convierto