Viajar siempre provoca añorar lo que se deja, es comparar el país de origen con el visitado, sin embargo, no habrá punto decomparación, ya que ambos son hermosos en este caso. México y Perú. A los pocos días del tour, seguimos conociendo e introduciéndonos a la cultura Inca, conocer por ejemplo Nazca, recorrer la panamericana, sobrevolar las líneas de Nazca, ver a lo lejos esas líneas hechas por el hombre, ver al mono característico de Perú, el colibrí, el árbol de la vida fue una experiencia maravillosa. Por la mañana, muy temprano viajar en tren para conocer Machupicchu, fue extraordinario, subir a pocos metros, y esto es un decir, cansa, es agotador, ya que es otra altura, otra temperatura, aunque Machupicchu, tiene la misma altura que la CDMX, así que fue cansado pero no tanto como en lugares venideros. Esa tarde, bajar de Machupicchu y descansar para al día siguiente ir temprano al Mariposario y tener la fortuna de liberar a una mariposa. Algo sutil y tremendamente espléndido. El lugar en donde se encuentra Machupicchu se llama Aguascalientes, un pequeño pueblo en las faldas de Machupicchu. En todos los recorridos regresábamos a Cusco. Así día a día un lugar nuevo: las lagunas de colores, un lugar mágico, al no tener la condición preferimos rentar un caballo, lo asombroso es que los lugareños, dueños de estos hermosos animales, caminaban a nuestro lado tomando al caballo, así que ellos están acostumbrados a la altura y tienen una muy buena condición física. Lagunas de color rojo, verde, azul, turquesa, los Alpes al lado, la cámara presta siempre para la toma, los Alpes cubiertos de nieve, una postal espectacular. Así poco a poco me sentía dentro de una película, de una fotografía vista hace muchos años atrás. Era increíble que yo estuviera ahí. Era un gran regalo de Dios y del universo. Los recorridos eran desde muy temprano hasta el oscurecer. El valle sagrado nos mostró que había ingenieros agrónomos, arquitectos, astrónomos, ingenieros hidráulicos. Era una civilización no sangrienta, no bélica, al contrario, ellos dialogaban, llegaban a acuerdos con la gente: trabajo, comida y agua por proteger el Valle sagrado que es enorme y hermoso. Las mujeres y hombres nativos se enorgullecen de llevar la vestimenta típica de cada región, eso para mí fue representativo y bello. Ya que en México, en la CDMX es muy extraño que alguien se enorgullezca de las costumbres o de la ropa típica de las regiones, mínimo, aledañas. Al llegar, por ejemplo, a la montaña de 7 colores, fue el lugar más alto en donde estuvimos. Fue inmensa mente difícil llegar a la punta, por la altura, fue el lugar más alto al que fuimos, por ello, nos llevaron poco a poco a diferentes lugares, para que nos acopláramos y poder aguantar la altura. Fue muy difícil. A mí me dio el mal de altura, a pesar de que llevé hojas y dulces de coca, al bajar sentía el cuerpo sumamente débil y sentía perder el conocimiento. Por fin al llegar a donde vendían té de coca, y al tomarlo, me dio vida. Volvía tener fuerza solamente para dormir en el camino de regreso a Cusco.
Tuvimos muy poco tiempo de recorrer el centro de Cusco, así que debemos regresar a disfrutar de nuevo la bebida llamada Machupicchu, deliciosa, comer más pizza a la leña y cuy, tal vez me anime la próxima vez a probarlo. Salimos con maleta en mano para conocer el lago Titicaca tan esperado por mí, ya que mi mamá me había contado tanto de las islas flotantes, porque las vio en un programa de televisión. Llegamos al embarcadero del lago Titicaca, recorrimos buena parte, llegamos a las islas flotantes, conocimos el interior de las pequeñas casas que ahí mismo se construyen, sobre el lago Titicaca, compré souvenirs para mi mamá, tomé fotografías para poder llegar y decirle por fin vi lo que viste la tv. Los nativos construyen todo, desde el piso que es flotante, casas, ropa, y viven gracias al turismo. Viajamos en grades góndolas construidas por ellos mismos. Comimos pescado frito en un pequeño restaurante con vista al lago, pero llegó el momento de regresar a Lima, para pasar la última tarde ahí y poder comer sanguches deliciosos de lomo salteado y café con leche. Regresamos al hotel para que por la madrugada pasara un taxi y nos llevara al aeropuerto. Subimos al avión y después de rememorar cada instante en aquel increíble lugar con personas tan amables, gentiles y hospitalarias, llegamos a la CDMX. No sin antes disfrutar del vuelo, ver la ciudad desde arriba el avión y pensar en regresar a Cusco.