Las personas, su mirada y sus rostros, son importantes para mí. Cada rostro cuenta una historia. En mí práctica cotidiana como fotógrafa, suelo hablar con las personas que capturo con mi cámara, ellas me cuentan sus historias y yo las plasmo. Pero esta vez no fue así, una caminata callejera por el aniversario de Cámara Violeta me lleva a retratar desde otra perspectiva, no desde la documental sino desde la fotografía callejera. Desde el robo de la imagen. ¿Cómo tomar una fotografía sin interferir en el ambiente en que la tomas? Aún no lo sé. Soy de esas fotógrafas que piensa que desde el momento que hay una cámara el ambiente se transforma, considero difícil que alguien no se dé cuenta de que estás ahí y el simple hecho de notar tu presencia cambia las cosas. Hay personas que dicen que sí se puede, yo después de la caminata sigo con la duda. Sé que este no es mi estilo, sé que hay muchas fotógrafas que saben mucho más que yo y tienen mucho de qué hablar en cuanto a los rubros que rigen el arte de trabajar en fotografía callejera. Pero también sé que aquí hay tres historias que construir, no desde lo ya dado, sino desde lo imaginario. ¿Quiénes son estas tres personas? ¿Qué están haciendo? ¿Por qué están y donde están? Son preguntas que les dejo de regalo a nuestras lectoras.
Yo en estas fotos veo a un danzante, a una mujer esperando a su veinteava cita de internet y a un organillero terminando su jornada de trabajo. ¿Ustedes qué ven?.