La mirada de esta mujer es la mirada de mi madre, la mujer que más admiro y amo.
Cómo lograr escribir en un pequeño espacio todo lo que ha pasado para finalizar en que sigue luchando cada día. Un día a la vez.
Ana María Morales Guevara, a quien le gusta que le digan Ana, me dió la vida. Se enteró que estaba embarazada a los 4 meses, para que yo naciera así, sin avisar previamente a los seis meses. Ana casi muere al dar a luz, se rompió la fuente, como comúnmente se dice, se estaba desangrando cuando la llevaron al hospital junto conmigo, no encontraron sus zapatos, iba descalza, no encontraron un abrigo, moría de frío. Esto ocurrió en un rancho pequeñito llamado Xicotepec de Juárez, Puebla.
Ana, ha padecido bastantes situaciones de violencia. Al lado de mi abuelo, al lado de mi padre, al lado de una sociedad machista. Hombres violentos marcaron su vida. Cuando yo tenía 9 meses me salvó de vivir al lado de mi padre, no iba a permitir que él me pusiera una mano encima. Así que salió de la Ciudad de México con una maleta, con mi hermano y conmigo al lado, rumbo a Salvatierra, Guanajuato.
Hace más de 40 años estaba tan mal visto estar divorciada por lo que fue señalada. No permitían que los niños jugaran con mi hermano y era criticada por la calle. Allá va la divorciada, le decían. Ana, siempre con la frente en alto consiguió trabajo y no permitió ser la amante de nadie, porque al ser divorciada era mujer fácil, cómo se dice vulgarmente.
11 años después por azares del destino regresamos a la casa de mis abuelos, a quienes cuidamos, más ella obviamente, hasta su muerte. Fue entonces cuando vi su fortaleza. Trabajó de lo que fuera para que tuviéramos comida y casa. Cierto, no pagábamos renta pero como ella decía, si a una casa no se le da mantenimiento se cae a pedazos. Tiempo después me enteré que tomaba anfetaminas desde adolescente. Parte importante para que tuviera fuerza física para seguir. Trabajaba día y noche, como cuidadora de ancianos. Jornadas de 24 por 24 o más tiempo. Las desveladas acaban y hace pocos años su cuerpo le cobró la factura. Le dió un infarto, terrible momento para la familia, estuvo en terapia intensiva y posteriormente un mes internada. Era una mujer activa, deportista. Por eso amo el deporte, me enseñó disciplina. Hace poco que convivimos todos los días. Se jubiló y apenas tenemos tiempo de conocernos. Hay tantas cosas que yo no sabía, tantas cosas por las que sufrió. Pero a pesar de ello se despierta cada día. Está en pijama muchas veces, otros días, logra vestirse y bañarse. Pero sigue. Mi admiración y mi amor hacia mi madre ha permitido sanar y aprender a amarla y admirarla como ella no tiene idea. La veo como la mujer que es y como mi madre que siempre ha sido. Por ella estamos vivos sus hijos, mi hermano y yo. Ha logrado que esta pequeña familia disfuncional, pero qué familia no lo es, sigamos juntos. Ana ha respetado la vida que hemos elegido, nos dio libertad e independencia. Sí, tuvimos que madurar a muy temprana edad, pero somos una familia y cómo dicen en una película, la familia nunca se abandona.