Diario de viaje:
Siempre viajar es ir a lo desconocido, a lo nuevo, por ello muchas veces causa angustia, miedo, sin embargo, vale mucho la pena. Subir montañas, no importa cómo sea, a caballo o caminando. Conocer nuevos países. Aprender a respetar y apreciar las demás culturas, es una aventura siempre, es comer cosas nuevas, es cultura, si hay una inversión mejor hecha, esa es viajar. Es estar inmersas en postales increíbles e introducirse en libros de historia, pero mucho mejor.
Comienzo mi relato.
Día uno:
Tomar el avión en el aeropuerto rumbo a Lima, Perú. Seis horas de viaje. Sin turbulencias, afortunadamente. Tomar taxi al hotel y a comenzar la travesía. Rumbo al parque del amor en Miraflores, a un costado de la playa, lugar colorido, pequeños quioscos en donde se puede tomar chocolate, café pasado y algún pan para acompañarlos. Me encuentro con enamorados que ponen candados en una pequeña rejilla al lado del mar, en el parque del amor, jurándose amor eterno. Después a la catedral en la plaza de armas. Una construcción con varios estilos arquitectónicos, predominando el barroco peruano. Cuenta con varios estilos, ya que en Perú hay terremotos continuamente y por ello se ha caído parte de la catedral en varias ocasiones y al reconstruirla se ha construido con nuevos estilos de arquitectura; en ella se encuentran catapultas, debajo del altar mayor, porque se creía que mientras más cerca del santísimo se estuviera, más rápido y seguro se llegaba al cielo. En estos lugares hay huesos divididos por categoría: cráneos, fémur, etc. cuentan que los inciensos se quemaban en la Iglesia en grandes contenedores durante la misa, ya que salía el olor fétido de los muertos enterrados debajo de la iglesia; inclusive las personas burguesas eran enterradas con sus ropas más finas.
Los cimientos de la catedral, como de muchos de los lugares de Perú son incas, piedras pesadas que no están pegadas ni con cemento ni con barro, simplemente una arriba de otra, piedras pesadas y estratégicamente puestas, pues tenían que embonar perfectamente, además de hacer un ángulo estratégico para que con los sismos no se derrumbaran, por más fuerte que esté fuera. Tiempo para comprar artesanías alrededor de la plaza mayor, regresar a Miraflores y tomar un café pasado e ir a la sanguchería “La Lucha“ en donde se comen exquisitos sanguches de chicharrón, huevo, cerdo saltado, etc. además de poder tomar una deliciosa agua de chicha morada helada o sin helar, a pesar del frío que hace, que ni un ponchito aminora. Después, regresar caminando entre gente limeña y turistas al hotel. Por fin a escribir y descansar para al día siguiente ir al aeropuerto rumbo a Cusco.
Día dos: rumbo al aeropuerto para volar a Cusco, Perú, varias horas sentada escuchando música, por fin en el lugar prometido, en el cual estaré varios días para de ahí viajar a diferentes lugares, entre los que destacan: la montaña de colores, el valle sagrado y Machupicchu .
Un taxi espera para llevarme al hotel Waman, hermoso, por cierto, no hay internet, ni una línea de señal, dispuesta a desconectarme de todo el mundo.
Primer tour: conocer la catedral. Hay vestigios de construcciones Incas. Lo que más me impresiona es qué hay un gran sincretismo y vestimenta típica de gente cuzqueña. Puedo encontrar cosmogonía Inca en la catedral, dentro de ella, no escondida ni nada por el estilo. Una catedral hermosa, con detalles increíbles en madera tallada, de nuevo el barroco peruano.
Subimos a la camioneta. Rumbo al Valle sagrado, conocemos parte importante de la construcción inca. Perú está en la línea de fuego, así que hay muchísimos temblores al año. Así que los incas encontraron una solución para evitar la destrucción de viviendas, no hacer rectas las construcciones, sino con que por la parte de abajo más abiertas y por la parte de arriba más angosta. Es como si nosotros abriéramos las piernas, esto hace más difícil caernos en movimientos telúricos, sin embargo, si estamos rectos caemos fácilmente. Hace viento, muchísimo viento, baja la temperatura, venden ponchos, poleras, gorros para el frío, guantes hechos de lana, de alpaca, de llama, son suaves, calientes. La altura pesa, la cabeza duele, es difícil acostumbrarse a la altura, por ello, el té de coca y manzanilla, los dulces de coca, la muña y Tara. Poco a poco con los días se acostumbra el cuerpo.
Con frío y con la delicia de haber conocido parte de una nueva cultura, regresamos al hotel a descansar del vuelo, la caminata y mal de altura que me hizo masticar hojas de coca constantemente, dejarlas en la boca para que sacaran su jugo y después tragarlas o tirarlas.
Mañana empezará el día a las 5:30 para una nueva aventura…
Día tres: pasan al hotel, el recojo le dicen. Temprano, ya con ropa térmica, chamarras y ponchos. Poco a poco debemos acoplarnos al clima y a la altura, vamos al valle sagrado de los Incas, así conocemos más sobre esa hermosa cultura, diferentes tipos de estructuras arquitectónicas, piedras sobre otras sin el menor temor de que colapsen, ingenieros agrónomos, ingenieros civiles, ingenieros hidráulicos y astrónomos. Todos ellos en la cultura Inca y pre-Inca. Es maravilloso. Viento, más viento que susurra tantos secretos. Paisajes áridos, valles semidesérticos. Acostumbraban asentarse en la parte más alta de las montañas para que así los desastres naturales no les alcanzaran y poder estar alertas ante ataques de guerra. Culturas sumamente inteligentes, aunque ahora padezcamos subir para poder ver los vestigios de sus viviendas. Todo es increíble. Pasa el tiempo tan rápido y anochece temprano. Regresamos a la plaza de armas a las 5:30 para que a las 6 o 6:30 anochezca. En carretera se ve perfectamente el arcoíris que forma el atardecer, primero amarillo, naranja, azul, celeste, morado, rojo y finalmente la noche. La bandera de Cusco es una bandera con los colores del arcoíris, no, no es la bandera de la comunidad LGTBI+ la bandera de la diversidad sexual no tiene el color celeste, la bandera de Cusco sí. Ahí la diferencia. Así que la ropa, los llaveros, los recuerdos, son de colores. Cusco es un arcoíris y lo representa en su anochecer y en esos arcoíris que aparecen de la nada, porque casi no llueve, así como en Lima, sin embargo, todas las casas son de techo de dos aguas. Qué curioso. ¿No?
Día cuatro: afortunadamente nos recogerán a las 6:30, nos dará tiempo de un pequeño desayuno en el hotel de Cusco. Iremos a las Dunas, a probar el pisco de sabores, bebida típica de Perú. Así que rumbo la camioneta. Cada día es un grupo diferente, se conocen personas de todas partes del mundo. Cada día son pequeñas familias que se hacen, porque todos estamos al pendiente de todos. Eso es muy agradable. Además de que la gente peruana es de lo más linda, amigable, sociable y amable que he conocido. La adrenalina viene, llegamos al desierto de Perú, con una pequeña Laguna en medio. Nos hacen deslizarnos en pequeñas parientas, solo que en vez de ir de pie vamos acostados, boca abajo. Es adrenalina pura y subimos a los buguis, pequeñas camionetas descubiertas en las que probamos la velocidad real en medio de las dunas de arena. Tiempo después y con el corazón aún latiendo, nos quedamos en un pequeño hotel, yo, dispuesta a bañarme y dormir temprano para quitarme la arena que en recónditos lugares se ha posado y es muy incómodo. Después del baño a dormir. No es lo mismo, ya que tener 20 años y no sentir cansancio.
Día cinco: el recojo es a las 8 de la mañana, nos da tiempo de desayunar de un pequeño bufet qué hay en el hotel, el viento no cesa. Salimos, nos llevan a Nazca, lugar en el que los Incas hicieron líneas que desde una avioneta se pueden observar. Pasamos sobre la panamericana, es increíble que con el viento tan fuerte no se hayan erosionado las líneas de Nazca. Llegamos. Sobrevolamos en una avioneta Nazca, podemos ver algunas figuras como el colibrí, el mono, el cóndor, las manos, entre otras, tantas qué hay. Bajamos. Nos llevan al pueblo de Nazca. Por la noche viajamos a Cusco en camión, viaje complejo, hace muchísimos años en que no viajaba en camión de noche, cansada y sin poder dormir llegamos a Cusco para seguir con el tour.
En Cusco por todas partes hay mujeres con trajes típicos y llamas o alpacas bebés y no tan péquelas para que los turistas se tomen la foto con ellas, sin embargo, nos comentaban los guías que no accediéramos a tomarnos una fotografía, ya que no las trataban bien y que sí las pequeñas llamas se morían por frío y por estar mal alimentadas morían en plena calle y ahí las dejaban, era participar en el maltrato animal. Así que no, no me tomé la foto con la llama en Cusco. Hay también una costumbre de que arriba del techo de dos aguas pegan dos toritos de barro con una cruz, esto dará prosperidad a los integrantes de la familia. Es una linda tradición. Cada lugar o cada provincia de Cusco tiene su propia vestimenta, sombreros, artesanías y tejidos. Todos son hermosos.
Llevo tan pocos días de viaje, me faltan aún más y aquí sigo con ganas de contarles, con ganas de platicarles el colorido de las vestimentas, describirles los rostros amables de la gente y sobre todo seguirles contando sobre estas madrugadas en las que levantarse es emocionante, ya que espera algo diferente cada día. Es impresionante la cultura Inca, los paisajes andinos son indescriptibles. De verdad no hay palabras en muchas ocasiones para describirlos. Así que continuaré dentro de poco platicándoles de este viaje increíble…