Colaboraciones en el marco del 8M
¿Cómo resisten las mujeres de las periferias?
Por: Narcisa Sinche
Hablar de la periferia puede significar muchas cosas y no quiero generalizar el término. El discurso colonialista ha usado esta palabra para referirse a lo que está en los márgenes y no en el centro. Así, en la construcción del sistema mundo, Europa se constituyó en torno a su referencia periférica: América (Dussel, 1999; Curiel, 2009). No obstante, a partir de la lucha y resistencia de los grupos subalternos se pusieron en cuestionamiento aquellas posiciones binarias como centro/periferia, tradición/modernidad, desarrollo/subdesarrollo (Curiel, 2014) para darles un nuevo sentido político, porque “no es el centro lo que determina la periferia, sino la periferia lo que, en su cualidad limitadora, determina el centro” (Mohanty, 2008) y en esos lugares de frontera los sujetos y sujetas construyen distintos agenciamientos y luchas.
Por lo tanto, la periferia podría comprender la descentralización de la vida cotidiana en distintos lugares que están fuera de los epicentros económicos y discursivos (sean estas periferias urbanas, estados o comunidades indígenas). Aunque es una palabra que comúnmente ha sido empleada con tono despectivo por estar asociada con “pobreza”, en esta reflexión, comparto la resignificación del término que hacen varias colectivas feministas que se autodefinen periféricas o provenientes de la periferia por pertenecer a municipios o alcaldías del Estado de México.
Yo misma me reconozco como una mujer mestiza de la periferia porque crecí en los bordes de las grandes ciudades de mi país, Ecuador. Y aunque no se pueden comparar las dinámicas de mi ciudad, Loja (286 mil habitantes) con las del Estado de México (16 millones 992 mil 418 habitantes), creo que compartimos el peso de la invisibilización y deslegitimación de nuestras geografías como escenarios de resistencia de las mujeres.
Varias colectivas feministas y organizaciones de mujeres del Estado de México han asumido el compromiso de reivindicar y resignificar la periferia como territorio de lucha política. Tuve la grandiosa oportunidad de conocer su maravilloso trabajo previo a la conmemoración del 8 de marzo, cuando la colectiva “Tejiendo Redes Feministas desde la Periferia” junto con “Mujeres Despiertas”, “Cámara Violeta” y “Brujas de los Volcanes” invitaron, a través de Facebook, a una marcha en el Municipio de Chalco y convocaron a las mujeres a participar con propuestas de talleres y conversatorios para el 6 de marzo de 2022.
Aceptaron mi propuesta de conversatorio y decidí que mi papel sería el de acompañante. Gracias a las recomendaciones de Kumari de la colectiva “Mujeres Despiertas” pude seguir las rutas de metro y camión que me llevaron hasta Chalco, luego de un trayecto que duró una hora y media desde Ciudad de México. Me preocupaba cómo regresar a casa, con quién y cómo, pero cuando llegué al punto de partida de la marcha, me sentí acogida y acompañada por las organizadoras y participantes del encuentro.
Vivimos una jornada maravillosa, muy emotiva, llena de rituales, arte, música, performance, bazares, talleres de fotografía y bordado, conversatorios sobre cannabis, pero también sentimos rabia y dolor cuando escuchamos a las madres de las víctimas de feminicidio contar su calvario y exigir justicia por sus muertas y desaparecidas. Cuando escuché sus testimonios entendí que la resignificación de El Estado de México como terreno de lucha política atraviesa no solo las geografías, sino los afectos, los cuerpos y la vida cotidiana, porque son miles de mujeres que intentan sobrevivir en un Estado que encabeza la lista de entidades con mayor número de feminicidios.
Por otro lado, marchamos con muchas mujeres de distintas edades, etnias, geografías y diversidades sexuales quienes gritaron consignas, celebraron rituales y compartieron sus experiencias. Se sentía la energía y la fuerza de los feminismos interseccionales, de los feminismos populares que comúnmente son invisibilizados en las narrativas de los medios de comunicación y redes digitales.
Durante el conversatorio sobre apropiaciones tecnológicas que compartí con algunas mujeres, conocí a Diana, una joven de 35 años, que vive en Valle del Chalco. Para ella las tecnologías no son indispensables porque las herramientas para resistir en la periferia las encuentra en su red de amigas y en su propio cuerpo. “La amistad entre mujeres es un acto revolucionario” se leía en su cartel, y corresponde a una frase que la tomó de la investigadora Franchesca Gargallo,
Eugenia de 27 años, comenta que si no fuera por las redes sociodigitales muy difícilmente podría promocionar sus emprendimientos artísticos, pero que aún con todas las ventajas que tiene Internet, no se solucionan los problemas que tienen que enfrentar las mujeres en sus distintos territorios como los feminicidios, la desaparición forzada, la pobrez y desempleo. Aunque no se consideran activistas, ambas coinciden en la necesidad de que más mujeres conozcan sobre tecnologías para usarlas a su favor.
Entonces, ¿cómo se resiste desde las periferias? Poniendo el cuerpo y construyendo redes de cuidado entre mujeres. Se trata de resistencias históricas que no han sido lo suficiente reconocidas y visibilizadas. No tienen el mismo valor dentro del discurso mainstream que circula a través del capitalismo de plataforma.
El pasado 8 de marzo veíamos imágenes en Facebook, Twitter e Instagram de la gran marcha en Ciudad de México. Como mencionó la investigadora y comunicadora mexicana Lucía Lagunes, “no lograron la foto de un movimiento feminista incendiario” porque cientos de usuarixs y colectivas feministas compartieron la fotografía de una mujer encapuchada entregando rosas y abrazando a las policías en las calles.
Y aunque esa imagen nos llena de optimismo y esperanza, siempre hay una imagen que falta: la de las mujeres de las periferias. Ese mismo día en Ecatepec, Nezahualcóyotl y otros municipios, colectivas como “Mujeres de la Periferia” para la Periferia o “Nos Queremos Vivas Neza” organizaron marchas e hicieron pronunciamientos que fueron transmitidos en vivo a través de sus páginas en Facebook.
Esto nos dice que las activistas de las periferias también están resignificando las tecnologías y las redes digitales para mostrar esa imagen que falta, para producir y visibilizar sus propios discursos, geografías, prácticas y experiencias situadas, pero a todo esto, qué hay detrás de esas apropiaciones/desapropiaciones tecnológicas, cómo las activistas se relacionan con las tecnologías en un territorio que las estigmatiza, violenta y desafía constantemente, de qué manera acceden a ellas y cómo ha impactado en sus vidas cotidianas, cómo han construído sus vínculos de afecto o desafecto con las tecnologías desde una geografía, clase, raza, edad y sexualidad específica.
No tengo respuestas, hoy vine a contradecirme y a hacerme más preguntas en colectivo. El hecho es que existe la necesidad de hablar sobre estos temas, porque sabemos lo que cuesta hacer oír nuestras voces y por eso estamos subvirtiendo y resignificando las propias tecnologías de la información y la comunicación como herramientas de lucha transformadas, como herramientas de resistencia que al igual que el cuerpo, el lenguaje y la escritura pueden ayudarnos a desmontar la casa del amo.