Comencé este texto pensando en el cuarto propio para crear, ¿es necesario? Me pregunto desde hace ya varios años.
En el ensayo, “Feminismo sin cuarto propio”, Dahlia de la Cerda, escribe lo siguiente: “El cuarto propio de Virginia Woolf era incuestionable hasta que llegó la escritora chicana Gloria Anzaldúa y puso los puntos sobre las ies:
Olvídate del «cuarto propio». Escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras haces filas en el departamento de Beneficio social, o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo escribo hasta sentada en el escusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos de que seas rica, o que tengas un patrocinador (puede ser que ni tengas una máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las palabras cantando en tu cuerpo. Cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te posea. Cuando no puedas hacer nada más que escribir.”
Hay que ser libres para crear y tener un cuarto propio, hay que tener fuerza y privilegios para ello. No cualquiera tiene uno. Entre los quehaceres de la cocina, de la limpieza, entre lavar la ropa, hacemos un espacio para crear. ¿Esto es un privilegio? me pregunto y me cuestiono desde que leí a Dahlia de la Cerda. Es difícil hacerse de tiempos, de espacios, se piensa en lo que se escribirá o creará mientras se hacen los quehaceres domésticos, se calculan las palabras, las imágenes, mientras se cuida a los hijos, a los enfermos, a los padres. Mientras se lava la ropa una piensa en lo que significa la espuma del jabón y si ésta fuera la respuesta de las olas al golpear la arena o el acantilado. También se piensa en si el agua de la llave fuera una cascada en medio de la selva o esa misma agua que se junta en la pileta fuera una hermosa alberca en medio de un lugar afrodisíaco. Una se cuestiona la vida en medio de lo cotidiano y tal vez patético de todo esto. También vienen preguntas como: ¿para esto fui a la escuela tantos años, me formé como escritora, fotógrafa, periodista? Tantas cosas que una puede hacer en la adolescencia y juventud, nunca están cerradas las puertas del saber, es cierto, sin embargo, sí hay que ser honestas y las cosas, la vida, se complica con los años o la vamos complicando. Una pregunta que cada quien responde de forma diferente.
En medio de la pandemia estamos en lugares cerrados, en nuestra casa, nuestro nicho, nuestro cuartel de creación y comenzamos a ver los espacios como espacios artísticos, cada objeto, cada utensilio.
“Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas… al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas, esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón…” canta Buika al fondo, mientras ella poéticamente plasma su cotidianidad, esas simples cosas a las que regresamos porque fuimos felices en ellas o porque una pandemia nos lo obliga, o una enfermedad también.
Regreso al tema, lo importante es crear y hay que recordar que pensar es crear. Escribir, fotografiar, que es en este caso lo que nos une a Emilia Hera, la fotógrafa y yo, Jessica Piedras, la escritora… “por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple, a las simples cosas las devora el tiempo… termina Buika con una canción a lo lejos y un piano de fondo.
Emilia Hera capta este día a día, la luz o los resquicios de luz que dejan ver su cuerpo en diferentes partes de su espacio creativo y grita igual que Dahlia de la Cerda que se puede componer, inventar a partir de la cotidianidad e incluso a pesar de ella.