Tuve que trabajar durante la noche pero en cuanto dieron las 5:50 de la mañana cerré la computadora y me alisté para salir rumbo al Cerro de Xochitepec, en Xochimilco en la Ciudad de México.
Elegimos el camino corto pero con mayor inclinación. Hace mucho que no trepaba un cerro, afortunadamente dejé de fumar y a pesar de las secuelas de Covid subimos. Eso me hace sentir orgullosa.
A lo lejos vi que una mujer con su pequeña hija subía pero no había vereda, eran piedras y era necesario escalar.
Continuamos en ascenso hasta que llegue al mismo lugar que aquellas mujeres. “¿Ya viste cómo se ve desde aquí?”, me preguntaron y volteé como si estuviera en un sitio plano, sentí de golpe el vértigo.
Árboles a mi alrededor y la ciudad entera bajo las faldas del cerro, una vista espectacular, el sol estaba saliendo.
“¡Qué chingón se ve!, alcancé a exclamar, pero me dio miedo resbalar y caer. “¡Mierda si que estoy muy arriba!, ¡qué chingón!”, también pensé para mí misma.
Creí que no llegaba, me detuve a descansar, preparé la cámara, tiré y ahí tomé la primera foto a contraluz de la Cruz.
Por fin. Había gente acampando, voces comentando lo que estaba por suceder. El sol comenzaba a asomarse detrás del Popocatépetl.
Los tambores y la caracola sonaban. Comenzó el ritual.
«Que tu luz nos alumbre, que los míos no te destruyan, que el fuego no crezca, que nuestras cosechas sean fructíferas», escuché.
Estaba detrás de ellas y ellos, sentí una energía y un poder tan fuerte que comencé a llorar, bajé la cámara, agradecí y disfruté del nacimiento de Huitzilopochtli.
Al finalizar la salida del sol nos encontramos con otros amigos, compramos un poco de pulque, para las diez de la mañana ya estaba muy feliz, desvelada, eufórica, emocionada.
Continuamos haciendo fotos, retratos, platicando, jugueteando, disfrutando de la punta del cerro hasta que decidimos emprender el regreso por el camino largo y espacioso. “¡Buenos días!”, subían y bajaban personas corriendo por la vereda.
¡Imagina poder subir este cerro todos los días!. Pero ni modo, hubo que bajar al asfalto.
Aquel día no solo mi cuerpa me demostró que le falta condición y que me urge salir del encierro, sino el Covid hizo estragos.
También que olvidamos constantemente que habitamos un planeta vivo y no lo estamos cuidando. Este virus es una muestra defensiva contra nuestra comodidad que ha sido construida a costa de la destrucción de bosques, mantos acuíferos, fauna, flora y de ecosistemas y lo peor es que es tan difícil luchar contra el sistema que no solo lo estamos perpetuando sino que se está reforzando.
bmc
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