Cuando pienso en la fotografía y en por qué quiero seguir mirando a través del lente, sin lugar a dudas no puedo dejar de repasar la cantidad de historias de las mujeres que me rodean. Recuerdo las marcas de vida que hay en el semblante de las abuelas que acumulan sabiduría en sus arrugas, las miradas firmes de las buscadoras, las lágrimas llenas de rabia de mamás de víctimas de feminicidio.
Los rostros de mujeres para mí son de suma importancia, la mirada fija en mi lente de una mujer decidida y fuerte genera que me tambalee y tenga que respirar para después ponerme firme y disparar. Reconocer los semblantes. Mimetizarme con el entorno para no ser la intrusa en el abrazo de una madre a su hija víctima de ataque con ácido en busca de justicia. Hablar, llorar, reír con ellas. Captar desde la empatía las historias tristes y llenas de injusticia. Llegar a casa cansada de tanto dolor, estresada y llena de rabia. Salir de una entrevista temblando con el corazón roto con ganas de no volver a hacerlo. Replantearme los caminos y trabajar con las otras historias, con las mujeres que llevan el oficio en una espalda recta, con las que se ensucian las manos y sacan a su familia adelante. Mirar la tierra, intentar entender la cosmogonía que se esconde en el maíz, el fruto domesticado por nuestras ancestras. Reconocer la belleza de mi territorio.
Los caminos se entrelazan y algunos se terminan. Las historias siguen su curso después de toparse con nuestras miradas. El final de un ciclo concluye y llega el momento de detenerse para observar lo que nos rodea. Sin hacer nada. Porque detenerse ayuda a decidir qué hacer más adelante. Sin duda agradezco los aprendizajes obtenidos.
Cámara Violeta sigue construyéndose y deconstruyéndose y eso no sería posible sin el trabajo en equipo que hemos logrados juntas, esto ha sido un trabajo de convicción y esfuerzo, de algunas lágrimas, pero también de mucho amor. Recuerdo empezar este camino pensando que era uno solo y que iba sola. Hoy me doy cuenta que no es un solo pasaje, que son muchos y que estoy acompañada, que hay un sinnúmero de mujeres que cruzan mis caminos y me transforman. Pero también están las otras con las que se construye en colectividad. Esas, las que te levantan para trabajar por un bien común, las que caminan a tu lado. Este fue un año de aprendizaje y mi mayor lección fue darme cuenta que en el mundo de la fotografía, un mundo dominado por varones, el trabajo en colectividad de las mujeres es lo más importante. Porque nosotras no competimos, nosotras, aunque con miradas diferentes generamos juntas.