La nostalgia de las aves


Foto y texto: Lila Bang Bird

Dice Susan Sontag que fotografiar es apropiarse de lo fotografiado, cuanta magia hay entonces en ese disparar sobre el tiempo, hacer nuestro el efímero instante que no regresa, pero que aprendemos a arrebatar a la vida en un veloz juego de luces y sombras para transmutarlo en recuerdo, testimonio, evidencia de nuestro paso por el mundo.
Cuanta nostalgia habita a quien empuña la cámara, tanta, tanta, que va llenando memorias enteras de instantes, atesorando las fotos buenas y también las malas, porque aprender a mirar detrás de la mirilla de la cámara va más allá, muchísimo más allá de un buen encuadre, una composición impecable, una perfecta exposición; aprender a ver detrás de la mirilla implica el salto al vacío de poner frente y detrás del lente nuestro propio mundo interior, catapultado en la imagen que se captura, no hay dos fotografías iguales de un mismo hecho, situación, objeto o personaje, porque no hay dos personas iguales.


Así pues, esa apropiación, desde la imagen, del mundo nos devela también los anhelos conscientes e inconscientes, las convicciones y los miedos. Por mi parte, he descubierto desde la imagen, la necesidad inaudita e implacable de aprender a volar. Tomo clases de vuelo, cada tarde, cuando el sol pinta de rojo y azul añil el cielo, espero sin moverme hasta ver a mis maestras aparecer, las veo trazar rutas exactas sobre ese lienzo previamente iluminado, es como si siempre supieran a donde ir. Les robo pues, un instante, un aleteo, un descanso sobre el cable, una mirada antes de ocultarse en sus nidos.
Supongo, porque no puedo saberlo, pero me gusta suponer, que todas y todos los que vamos por ahí, robando instantes al tiempo, habitamos sutilmente la nostalgia de sabernos finitos y nos aferramos a la alquimia de hacer fotografía para sentir que la vida no pasa tan aprisa.

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